El reciclado de los residuos electrónicos tiene un doble impacto positivo:
1) Permite recuperar metales o materiales (silicio, plásticos, oro, plata, cobre, etc.) que son cada vez más escasos y cuya obtención, a través de la minería, genera un alto impacto ambiental.
2) Se reduce el impacto que estos residuos generan en el ambiente al degradarse en basurales, contaminando napas y suelos.
En este sentido, la necesidad de contar con un sistema de gestión que ofrezca un adecuado tratamiento y reciclado a estos productos se torna imprescindible.
El despegue de las ventas y del consumo de los electrónicos en nuestro país se produjo luego de la crisis económica de 2001-2002: primero creció considerablemente la venta de computadoras personales y, luego, en 2004 se disparó el consumo de los teléfonos celulares.
En los últimos dos años se descartaron en la Argentina casi diez millones de aparatos de telefonía móvil por año, es decir, casi el 30% del parque actual de 32,5 millones de líneas en servicio. A su vez, los niveles de descarte aumentaron cuatro veces en los últimos cinco años. El reciclado de esta enorme cantidad de aparatos desechados sería sumamente positivo.
La velocidad a la cual esta montaña de productos electrónicos obsoletos está creciendo generará una crisis de enormes proporciones a menos que las corporaciones de la industria electrónica, que obtienen ganancias por fabricar y vender estos aparatos, asuman su responsabilidad.
Un reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advirtió que entre 40 y 50 millones de toneladas se generan todos los años a nivel mundial y se preveen "serias consecuencias" en esta década por la cantidad de desechos "peligrosos" y "tóxicos" que se acumulan sin ningún control en las economías en vías de desarrollo.